PERO A LO MEJOR
DE TODAS MANERAS TE QUIERO
I
Mira Lupe, es cierto,
a lo mejor no te quiero,
pero de todas maneras te quiero.
¡Y ya no chingues!
Mira, que desde que te vi
no traigo hambre,
parece que se me secó algo adentro
y ni una nota me cuadra.
Es cierto, tu pelo tiene el olor
de guayaba que me enciende,
y tus palmas están trazadas
con líneas de conflictos
que te definen tan barroca
que hasta el aire adornas.
Mira, yo no te quiero,
pero a lo mejor,
de todas maneras te quiero...
y no es por el negro cuervo de tu pelo,
ni por tus once canas
de las que tanto reniegas
y que a mí me recuerdan el piano,
ni por el danzón
que bailas tan a lo pop,
es a lo mejor, por la risa
que regalas a quién se fija en tu paso.
II
Lupe, yo te leo, y te vuelvo a leer...
te doy mi danzón,
mis libros, la sandunga y la Naila
y todo lo que tengo cerca,
y de lo que me acuerdo, con tal
de que te lleves algo mío
hasta adentro,
y no me olvides,
o me regales, tan fácil, como tu sonrisa.
No, no es cierto que tu poesía sea fácil,
ni tampoco,
pero escuchar tus platicas aderezadas
con la manera en que meneas tus manos,
grilletes que utilizas como anillos
y escudos para la pantalla,
aminoran mi caída;
ni es cierto tampoco
que aunque no te vuelva a ver
yo no te vaya a querer un chingo,
ni que no duela saber
que me falta valor
y talento para merecerte, Lupe,
ni que me encanta
que te equivoques cuando hablas,
y ese desespero por comerte los libros...
nada es normal contigo.
III
Lo que es cierto,
es que me quedo incompleto
con tu partida;
que tu olor,
tu cintura, tu tartamudeo
y alucines
me van a mudar de pesadillas;
que dejarás árida mi música sin tu sol,
que me endosas un gran vacío
que me quedo menos blanco, Lupe,
por la falta de un buen baño,
menos joven,
por la falta de tus besos,
menos yo, Lupe.
*
BEETHOVEN ME TOO
Al señor del son…
I
Camina Beethoven por la avenida,
tiene la tristeza del rechazo,
sus manos finas de luna
parecen listones en el viento
donde enjuaga su realidad;
sufre el ataque de la música
dentro de su pecho instinto,
después de eso, apenas respira.
Su angustia acumulada lo raspa;
decide enfrentarse una vez más a la lluvia
en busca del do que le guíe
y justifique el aire.
Yo me aparecí frente a su esquina azul,
lo vi desde afuera;
traté de zafarme
del resbaloso recuerdo
que parecía pergamino enguerado
de tanto olvido,
pero él me habló,
y como en un hechizo,
de inmediato seguí su paso
y lo desvié a mis renglones.
Tomó mi mano izquierda,
y sin darme tiempo,
me invito a bailar lágrimas negras;
su pelo descuidado,
en blanco y negro,
parecía acentuar su aferrado
empeño a lo irreal,
pero sabía marcar el paso de mis versos,
y así, nos amamos de pie,
y cada nota, él,
la convertía en son,
y cada son
nos hacía participes de un mismo cuadro.
II
Los colores nos calcaban
restituían la intensidad
en cada respiro tibio;
la palabra se transfiguró
frente a nosotros,
como figuras de Lautrec
y el entorno viciado conversaba
afónico de melancolía:
al un, dos, tres,
mi Beethoven tomaba forma.
Alerta en ganas me acerqué a su boca
para depositar no más de un beso;
le sembré el futuro
como promesa admiración;
le regalé mi poema # 76,
y sus ojos entreabiertos,
trataban de entender mi idioma,
mientras yo me esforcé por dar el ancho.
De pronto, el danzón se convirtió
en quejido endeble;
las luces del antro
se hicieron más oscuras;
los perfumes que orquestaban
escaparon,
la distancia nos había borrado.
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